Oscura Venganza
Por
Carla Cullen
Capítulo 1
¿Mi Muerte?
¿Mi Muerte?
Este aquelarre del que formo parte, surgió como por suerte del destino..
Nadie hubiera podido imaginar ni en el más loco de los sueños que tres vampiresas con tan distintas como enigmáticas personalidades formáramos una familia, y mucho más ahora que tenemos como nueva integrante de este tan fantástico clan a una licántropa.
La rivalidad entre nuestras especies habría sido suficiente como para que se desatara una brecha entre nosotras; pero muy al contrario; solo nos unió más.
Coka y Alexa son como las hermanas que alguna vez tuve; Coka con la seguridad que la caracteriza, cualquiera se sentiría intimidado por tan hermosa mujer; Alexa..su noble y generoso corazón es sólo equiparable a su indomable espíritu; mientras que Kokoro ha sido desde el momento en que la hallé, como una hija y amiga…Tierna y tenaz, bondadosa y alegre…La verdad no se que fue lo que hice para tener la fortuna de estar con ellas.. Juntas hemos formado una familia singular; nuestras diferentes personalidades han sido la fortaleza que necesita una de la otra, simplemente nos complementamos.
¿Qué como nos encontramos?..Bueno, creo que tendré que empezar a narrar la historia desde el principio….
Nací a finales de 1870, en la ciudad de México Distrito Federal.
Nuestro gobierno aún seguía bajo el poder del General Porfirio Díaz.
Mi familia era de las pocas adineradas de esos tiempos, pero para desgracia de mi padre al solo tener hijas, su fortuna era propiedad de nuestros futuros esposos.
El ser mujer en esos tiempos era no tener mayor valor que una moneda de cambio. La escuela era un privilegio que no podíamos tener; ya que entre mayor preparada estuviera una mujer, mayor era la dificultad para encontrarle un buen y decente marido.
No teníamos ni voz ni voto, por eso cuando mi padre, decidió que al cumplir los 17 años tenía que casarme al ser el ejemplo de mis hermanas: María de los Ángeles y Sofía.
El prospecto que tenía preparado para mí en mi cabeza; gracias a la lectura escondida de mi habitación no era ni remotamente parecida al que mi amado padre había dispuesto.
Fernando de la Torre; hijo de un acaudalado hacendado de la reciente frontera norte del país. Hombre frívolo , prototipo de la moda, pero de carácter seco y amargado para sus años.
-Por lo menos no es un viejo.-me decían mis hermanas en consuelo al verlo.-Ya vez, el que le tocó a la pobre de la prima Concepción , más que su marido parecía su abuelo.
Mis lagrimas y protestas estaban de más; mi padre no accedió a mis súplicas de no casarme con un hombre al que ni conocía ni quería.
La boda fue algo apresurada; ya que mi prometido estaba emocionado con que la recepción fuera en su nueva hacienda, quería estar casado ya, cuando llegara el nuevo embarque que había pedido con nuestro vecino país del Norte.
El cortejo nupcial viajo durante varios días; entre escarpadas montañas y desiertos inclementes.
En un país en el cual se llevaban a cabo todos los días revoluciones, pronunciamientos y sobre todo guerras civiles, religiosas, étnicas, e internacionales, no era buen tiempo para viajar.
El ambiente festivo, no iba conmigo; ya que más que parecer una fiesta para mí, parecía mi juicio de fusilamiento.
Fernando no me amaba; sólo quería ampliar su cuenta bancaria de por sí, jugosa, quizá mejorar su “raza” como él decía al tener hijos de alguien que tenía descendencia franco-española, más que su mestizaje yaqui.
La ceremonia llegó a su fin, dando a conocer a todos que desde ahora en adelante sería la esposa del señor de La Torre. Ahora era su propiedad y le pertenecía como sus tierras y rebaños.
Lagrimas silenciosas inundaban mi alma, esclavizada se hallaba mi voz, sólo escuchaba el barullo de los músicos y algunos gritos de los invitados.
Todo sucedió tan rápido que mis torpes sentidos no pudieron actuar.
La gente corría despavorida, aventando todo lo que estuviera a su paso; por un momento pensé que se trataba de algún grupo insurgente que peleaba nuevamente por el lugar, y que había interrumpido la recepción.
Pero al ver con mayor detalle que en el salón la gente moría, sólo por la mano de tres hombres sin arma alguna, fue lo que me aterrorizo.
Los tres tipos eran de una hermosura casi irreal, al igual que su fuerza sobre humana.
Sus ojos de un extraño y escalofriante tono carmín en sus pupilas hizo que supiera de inmediato que no venían por pleito, sino por placer.
De un momento a otro, se abalanzaron entre los invitados, rompiéndoles el cuello y clavando en ellos sus dientes y afiladas garras.
Pronto todo fue un baño de sangre y gritos.
A lo lejos podía ver a mis padres y hermanas, quise tratar de correr hacia ellos, pero la mano de mi ahora esposo me lo impedía.
-Déjalos, tenemos que huir…ellos distraerán a los vampiros mientras que nosotros escapamos.-Gritaba asustado jalando mi brazo.
Entonces supe que eran ellos..Vampiros.
No podía dejar a mi familia así…siendo aperitivo de seres malignos y sanguinarios.
Forcejee con Fernando para tratar de soltarme.
Nuestra pelea llamó la atención de uno de los asesinos, provocando que soltara a su victima vacía del vital líquido y corriera hacia nosotros.
-Pero que tenemos aquí…el novio y su fragante novia.-Decía con voz educada sonriendo con burla.
-Llévatela…pero déjame vivir..tengo mucho dinero, te daré lo que quieras pero no me mates!!-Suplicaba ridículo Fernando, poniéndome delante de él.
El vampiro soltó una fuerte risotada y dirigiéndose a mí, me dijo;
-Veo que te has encontrado con todo un caballero…mírate poniéndote como un escudo humano ante mí..Simplemente patético!!-Se burlaba.
En ese momento me percaté que el salón se hallaba en silencio, mi mirada fue inconciente hacia mi familia que ahora yacía muerta sobre el frío suelo marmóreo.
Incorporándose de ellos una figura demasiado alta y fornida, dejaba escapar la última gota de sus sangres, sobre sus labios.
Una ira incomprensible fue la que hizo que actuara sin pensar.
Con un grito que me desgarraba el alma , brotó de mi pecho, abalanzándome sobre él.
Sabía que sería inútil luchar contra él, pero en ese instante lo único que deseaba era compartir la misma suerte que mi fallecida familia.
Con una velocidad incomprensible llegó hasta mí, tomándome por el cuello y levantándome hasta quedar a la altura de sus repulsivos ojos.
El aire me faltaba, pero aún así no quería que me viera suplicarle por mi vida.
-Así que te has topado con una “luchadora” Félix… mira que suerte tienes amigo, a mí sólo me tocaron niñitas lloronas!!-se quejaba otro más de los vampiros.
Quería que el desgraciado terminara con esto de una vez por todas.
Por lo que le escupí en el rostro en señal de asco hacia él.
Pensé que eso detonaría su furia, pero sólo conseguí que me mirara con más interés.
Su mirada taladraba.
Cuando casi perdí el sentido por la falta de oxigeno, me dejó caer estrepitosamente al suelo.
Los otros soltaban risotadas en torno a mí.
-Y que vamos a hacer con ella??...Yo opino que la dividamos, pero como al parecer tiene cuentas pendientes con Félix, creo que será él quien decida.-Comentaba irónico el más bajo de los tres.
Me levanté con dificultad, mirando retadoramente al tal Félix.
-Juro, que si no me matas en este instante…no te dejaré vivir en paz, hasta que tenga tu vida en mis manos, y me des lo que me has robado.
Dije con la voz entrecortada aún recuperando el aire.
El tal Félix me traspasaba con su mirada, una sonrisa ladina asomaba por sus labios; pero aún así dio la vuelta ignorándome.
Con un movimiento de cabeza dio a entender que era hora de marcharse, Trasladándose a una velocidad imposible para cualquier ser humano hasta llegar al umbral de la puerta.
Pero el más bajo de los vampiros no pensaba igual, y antes de que pudieran haber salido del desolado salón; me tomo por la cintura y como si fuera a besarme hundió sus colmillos en la frágil piel de mi cuello.
No opuse resistencia, sólo deseaba que fuera la muerte rápida y eficaz. Podía sentir como cada vez mi cuerpo se sentía más y más frío, mis venas cada vez estaban más secas..hasta podía escuchar como latía con cada vez menos fuerza mi corazón.
Y como si de un brumoso y lejano sueño se tratara, escuché extraños rugidos y el estruendoso golpe como de rocas golpeándose a lo lejos.
No veía, ni sentía nada..Sólo frío y oscuridad.
Me hallaba más inconciente que nada cuando un espantoso dolor llegó…el más terrible que hubiera sentido jamás.
Mi cuerpo lo sentía quemarse lenta y tortuosamente.
El dolor recorría mi cuerpo por entero..ni un solo milímetro de éste se pudo salvar de aquella quemazón.
Que si grité?? …Claro que lo hice aunque dudaba que alguien pudiera acudir en mi auxilio, pero sólo podía escuchar el silencio que me acompañaba.
No supe cuanto tiempo pasé en aquel pavoroso tormento…Lo último que fui conciente es que el dolor paró tan repentinamente como empezó.
Y al abrir los ojos, supe que la antigua yo había desaparecido, junto con mi pasado y sueños…Mi vida la habían robado convirtiéndome en lo que más he de odiar…Vampiros.
Sí, ahora soy una de ellos, fuerte y letal..su peor error, por que no descansaré hasta encontrar mi venganza.
Sueños de Sangre
por
Alexa Cullen
por
Alexa Cullen
Capítulo 1
Una pequeña burguesa
Peligrosamente me había dejado llevar por el exquisito aroma que exudaba cada minúsculo poro del cansado y asustado cuerpo del excursionista que se encontraba perdido desde el día anterior en las profundidades del Olympic National Park.
El miedo que su frágil humanidad sentía en ese momento acentuaba su aroma fascinantemente.
Fue por esta razón que le dejé vagar por horas, jugando ese macabro juego.
“¡Up!” Me dije a mi misma cuando accidentalmente pisé su brújula doce horas antes.
Eso no estaba nada de bien, se suponía que yo era una buena… chica, pero a pesar de eso también le había robado su dispositivo de GPS, el cual estaba en la palma de mi mano a la espera de mi decisión.
Acariciaba el pequeño botón rojo con la yema de mi dedo pulgar aguardando sin saber que hacer.
Sólo haría falta presionar el pequeño botón y el moderno dispositivo emitiría una señal directamente a un satélite, informando de su posición exacta y haciendo posible su rescate.
Le observaba trepada en un árbol, a treinta metros del suelo donde el desdichado muchacho dormía incómodamente.
Poco antes le vi luchar contra el cansancio extremo que él sentía, hasta que exhausto, fatigado, hambriento y abatido perdió la batalla contra el sueño, justo cuando el sol comenzaba a salir entre las montañas mientras que yo le miraba como un águila mira a su presa.
Un rayo de luz se coló entre el espeso follaje y rebotó en mi dura piel, rompiendo en un destello de mil colores.
No retiré inmediatamente mi brazo, lo contemplé un momento.
Recordaba muy bien la primera vez que había visto aquel efecto.
En ese entonces no comprendí lo que realmente estaba viendo.
Lo único que sabía era que aquel resplandor era lo más hermoso que jamás había visto en mi corta vida.
“Supongo que en 1665 la vida en Paris era muy dura para el común de la gente, sin embargo mi padre era un prosperó comerciante maderero y se había convertido en todo un “Burgués” como se le llamaba en esos años.
En nuestra mesa nunca faltaba el pan ni la buena carne y el vino tibio siempre estaba listo para ser bebido.
Nuestra casa era cómoda, con el fuego de la chimenea siempre prendido en invierno y yo podía contemplar la cruda vida parisina desde mi ventana en el segundo piso que daba directamente al barrio de Saint- Antonie.
Vivíamos en el barrio de los artesanos y ebanistas que trabajaban desde hace un par años de manera frenética para complacer al Re, Luis XIV que estaba transformando la cabaña de caza de su padre ubicada en las afueras de Paris en un palacete.
Años después las obras continuarían hasta trasformar la insignificante cabaña en un espectacular palacio, Versalles sería su nombre.
Fue debido a eso que mi padre logró amasar una buena fortuna, negociando con todos ellos que no dudaban en hacer todo lo posible por complacer al taimado y caprichoso monarca.
A mis jóvenes dieciséis años gozaba de una buena vida rodeada siempre de amigas y de jóvenes pretendientes ávidos de ganar atención y por supuesto… la fortuna y el buen negocio de mi padre.
Los domingos solíamos pasear por el barrio del Mercado que colindaba con el maloliente y temible depósito de huesos del cementerio de Los Santos Inocentes.
El lugar era francamente espeluznante lleno de osamentas tiradas y apiladas por todos lados pero eso no impedía que fuera uno de los lugares más importantes de Paris donde por algunas horas los grandes señores, los pordioseros y los miembros de la clase burguesa convivieran algunas horas mientras paseaban por el gran mercado.
Yo tenia muy claro que no era conveniente visitar el lugar cuando el ultimo de los ángelus sonara en los cielos de la ciudad ya que como ratas los malhechores, golfos y todos los parias que permanecían ocultos o interpretando sus papeles de falsos mendigos se sacaban las marcaras y desenfundaban sus cuchillos para robar y violar a todo el que se arriesgase en sus dominios.
Aquel domingo fue la primera vez que le ví.
Estaba oculto en un callejón, nadie deparaba en él ya que era usual ver los zapatos rojos de los grandes señores internándose en las estrechas callejuelas, solicitando a las prostitutas los actos sexuales que las grandes damas se negaban a realizar.
Pero algo me obligó a pegar mi mirada en él.
Un brillo extraño parecía provenir de su mano extendida hacia mí, bajo algunos débiles rayos de sol.
Me alejé de mi madre, la cual compraba algunos artículos de cocina y caminé hacia el extraño hombre que me ofrecía aquel misterioso y encantador brillo.
Sabía muy bien lo que eran, pero jamás había visto uno de cerca y mucho menos jamás había sostenido uno entre mis manos.
A pesar de nuestra más que buena situación económica, los diamantes y las joyas en general sólo eran adquiridas por algunos miembros poderosos de la corte.
Y ahora se me estaban ofreciendo a sólo a unos cuantos pasos, era imposible resistir aquél encantador brillo.
Pero algo me detuvo, repentinamente sentí miedo. Algo me decía que el peligro estaba frente a mi.
Muchas veces mi madre me había hablado de los traficantes de niños y mujeres y de la suerte que corrían todos aquellos que caían en sus garras.
Di un paso atrás mientras el hombre retiraba su mano hacia las sombras nuevamente.
—¿Acaso no quieres ver lo que tengo aquí? —. Me dijo.
Cuando habló, su voz llenó por completo mi cabeza y sentí extrañas campanillas en mis oídos bloqueando todo el ruido a mi alrededor envolviéndome en una mágica burbuja.
Mi pie se movió nuevamente hacia él, extendiendo ahora involuntariamente mi mano hacia adelante.
—¡Alexandra! —. Gritó detrás de mi madre.
En respuesta a su voz giré en medio de un brinco.
—¿¡Que estas haciendo hija, acaso quieres que algo te suceda!?. Por amor de dios, tendremos que buscar pronto un buen partido para ti, ya no estas en edad de vagar como una niña entre la multitud—.
Me tomó por el brazo y me obligó a retirarme.
Mientras nos alejábamos no pude evitar voltearme para contemplar nuevamente el callejón pero en el no vi mas que oscuridad absoluta y me alejé con la fuerte impresión que esa no seria la ultima vez que me encontraría con él”.
El muchacho que dormía unos metros más abajo, recostado junto al árbol, dio media vuelta rodando sobre uno de sus costados y me distrajo de mis recuerdos.
Mi poderosa y entrenada vista me confirmaba una vez más lo hermoso que era.
Le había observado el día anterior mientras miraba desesperadamente hacia un lado y otro al darse cuenta que estaba perdido.
Sus ojos eran de un extraño color verde, tan verde como el musgo que crecía por doquier.
¿Que dirían mis hermanos si llegara con un nuevo compañero?
Sabía muy bien que dirían pero no era por eso que no le haría daño.
En realidad yo no quería un compañero y no quería matarle de todos modos.
No era ese tipo de hambre la que sentía en ese preciso momento.
Era un hambre de sudor, de piel caliente, de besos devoradores, tan… literalmente devoradores como los que él me había dado aquella noche cuando se coló por mi ventana.
“Esa noche había escuchado con la oreja pegada a la puerta la plática que mi madre había sostenido con mi padre.
Palabras como “Edad suficiente”; “Buenas alianzas” y “Provechoso para el negocio” habían sido pronunciadas demasiadas veces. Comprendí entonces que en una familia de comerciantes todo era negociable, inclusive la prole.
Media hora después mi padre se marchó para luego volver con el panadero y su hijo; un joven delgado y con cara de tonto que siempre me miraba con la boca abierta.
Entre esas cuatro confortables paredes, mis padres no eran mejores que los mendigos que vivían bajo Los Santos Osarios en el cementerio de los Santos Inocentes.
Estaba segura que por lo menos ellos no entregaban a sus hijas como garantía de sus alianzas económicas.
Maldije mi suerte, yo no quería casarme, por lo menos no en ese momento y sobre todo no con el idiota del hijo del panadero.
Me recosté sobre mi cama, pensando en todos los hombres que habían en la tierra, seguramente alguno estaba destinado a mi.
Seria alguien exótico y hermoso pero por sobre todas las cosas seria inteligente y me mostraría el mundo completo y todos sus misterios.
Cerré los ojos pensando en mis sueños, hasta que ellos me llevaron al extraño incidente que había ocurrido horas antes.
Abrí mis ojos de golpe, una voz volvía a inundar mi mente acariciando cada célula de mi cuerpo.
Me incorporé para contemplarme en el gran espejo que había en mi ropero y me sorprendí al ver mi rostro súbitamente rojo.
¿Por que sentía un calor intenso quemándome desde adentro cuando recordaba aquella voz?
Apagué la única vela que había en mi habitación y me deshice de mis ropas, contemplando mi cuerpo desnudo. Yo sabía muy bien lo que hacían las mozas en los callejones oscuros.
Una vez había observado como un hombre introducía la mano bajo la falda de una de ellas mientras la mujer alzaba el rostro al cielo y cerraba los ojos.
Al llegar a casa y cuando me encontré sola en mi cuarto, realicé el mismo movimiento que había hecho el hombre y me sorprendí al descubrir el placer que sentía al recorrer mi piel con mis propias manos.
De esta manera había descubierto el placer inocente y me negaba a realizar tales actos con el hijo del panadero. Primero preferiría la muerte antes que dejar que sus torpes manos tocaran mi piel desnuda.
Me recosté en mi cama, soñando con esa extraña voz acariciando mi cuello al mismo tiempo que mis manos descendían por mi vientre buscando mi sexo.
Cerré mis ojos nuevamente mientras me dejaba arrastrar por ese sueño húmedo hasta que sentí de golpe el contacto de una fría mano tapando mi boca.
Estaba segura que había trancado la puerta, además mi madre no era una criatura silenciosa, muy por el contrario.
Traté de gritar presa del pánico pero fue inútil.
Lo que vi al abrir mis ojos me dejo tan helada como la misma mano sobre mi rostro.
Un hombre vestido elegantemente se inclinaba sobre mi.
Aterrada traté de zafarme pero entonces sentí como su cuerpo se instalaba sobre el mío oprimiéndolo suavemente dejándome inmovilizada por completo.
Eso no podía estar sucediéndome, todo el mundo me repudiaría y seguramente ni los golfos de la Corte de los Milagros me recibirían después de enterarse de mis atroces costumbres.
Mi corazón latía tan fuerte que parecía que en cualquier momento se me saldría por la boca.
—Espero que estuvieras pensando en mi. Yo por mi parte no he podido dejar de pensar en ti durante todo el día—.
Su voz volvía a tener el mismo efecto que había tenido horas atrás.
Me sentí mareada y por un momento dejé de luchar, al hacerlo mi respiración se normalizó y fui consiente de la fisonomía que tenia mi agresor además del exquisito aroma que provenía de todo su cuerpo.
Su cabello era oscuro, largo y rizado siguiendo la moda de la corte.
Su piel era de un extraño tono oliváceo pero lo que más me inquietaba eran sus ojos.
Aun sin la claridad de la luz podía ver el extraño color que ellos tenían.
Sabia que debía sentir miedo, mucho miedo pero me encontraba en total trance, poseída por completo por aquel hombre.
—Te he seguido y las horas se me han hecho eternas. Pero la paciencia tiene su recompensa y aquí esta la mía.
Y yo que sólo pretendía espiar por tu ventana, no he podido contenerme al ver lo apetecible de tu estado—.
Su mano seguía tapando mi boca pero de todas formas no había palabras que yo pudiera expresar en ese momento.
—Pero aun no me haz contestado mi pequeña descarada—. Me dijo ahora acercando su boca a mi oído. —¿Estaba pensando en mi o en alguno insípido e insignificante muchacho? —.
Alejó su rostro del mío contemplándome un momento y me dijo:
—Vamos a hacer algo. Yo retiraré mi mano de tu boca pero debes prometer que no gritaras.
Puedo escuchar a tu familia en el piso inferior platicando amenamente sobre tu futuro matrimonio pero si tu gritas no dudaré en matarlos a todos mientras tu observas como lo hago.
¿Esta claro? —.
Moví levemente mi cabeza afirmando y él retiró su mano pero no se movió un solo centímetro.
Yo sentía como el rubor subía nuevamente hacia mi rostro e inútilmente traté de mover mis manos para cubrir mi desnudo cuerpo.
Me miró con una fiera expresión en el rostro y dejé de moverme.
—Estoy esperando tu respuesta—. Dijo él. —Estabas pensando en mi? Por que eso me complacería enormemente—.
Estaba segura que me mataría y que además mataría a mi familia. Tal vez seria lo mejor, mi familia no podría soportar la vergüenza si el resto se enterase de lo sucedido esa noche y haciendo acopio de todo mi valor le mire a los ojos y le contesté.
—Si, estaba pensando en ti” —.
—Entonces será mejor que me presente—. Dijo él separándose de mi y poniéndose de pie para luego realizar una profunda y elegante reverencia. —Mi nombre es Laurent.
Y yo mi querida desvergonzada… Yo soy un vampiro—"
Aullando a la Luna
Por
Kokoro
Capítulo 1
Lo que Soy
Lo que soy es real, soy exactamente la que debo ser hoy.
Deja que la luz, brille en mí.
Ahora si sé quién soy, no hay manera de ocultar lo que siempre he querido ser…
Lo que soy.
Lo que Soy
Lo que soy es real, soy exactamente la que debo ser hoy.
Deja que la luz, brille en mí.
Ahora si sé quién soy, no hay manera de ocultar lo que siempre he querido ser…
Lo que soy.
Lo que soy – Demi Lovato.
Volteé y miré por debajo de las escaleras, a mi extraña y particular familia:
Alexa, Coka y mi Carla.
A veces no entendía como una simple mortal como yo podía vivir con tres vampiresas tan hermosas como ellas, pero así había sido mi suerte.
Me había cuestionado un millón de veces, si debían morderme y por fin ser como ellas. Pero las opiniones respecto a mi conversión diferían. Carla se había rehusado a que llevara una existencia como vampiresa. Mientras que por otro lado Coka, era más de la idea de convertirme. Alexa era neutral en ese tema, decía que cuando tuviera la madurez para entenderlo... yo tomaría la decisión.
Pero juro que a veces sentía que no había nada que pensar. El sólo recordar mi patética vida, me daba las pautas para ir y rogarles por una nueva existencia.
No se quienes son mis padres. Los muy infelices me habían abandonado a mi suerte por ahí, en algún rincón de la península de Olympic, en el oeste del estado de Washington. Realmente no estaba segura de eso, pero no podía impórtame menos.
Nada en mi era como debía de ser. Mi cumpleaños lo celebrábamos cada 29 de octubre, que fue el día en que mi Carla me había encontrado.
Ella me contó que cuando me vio, un instinto maternal despertó en ella. Y al ver que estaba sola y abandonada como un perro, decidió hacerme parte de su vida. Mi nombre: Kokoro, se lo debo a ella.
¿Qué clase de nombre es Kokoro? Muchas veces me había reído de mi propio nombre, pero mi Carla, siempre decía que era el nombre perfecto para mí. Kokoro significa corazón en japonés. Y yo en secreto lo amaba.
“Mi familia” era lo único realmente valioso para mí. Mi Carla, era lo más cercano a una mamá, de hecho yo así la consideraba. Y más la amaba cuando recordaba cómo me cantaba canciones y me contaba leyendas de la tribu nativo americana de la que se supone que yo provengo.
—Mamita Carla.
—Dime, mi Kokoro.
— ¿No me vas a contar otra historia Kiluite?
Carla sonrió tiernamente y se sentó en mi cama. A mis 8 años tenía muchas ansias del mundo y muchas más ansias por mis historias para dormir.
—Es: Qui-leu-te.
—Por eso Ki-lui-tte.—remarqué bien segura de mí misma.
Carla rodó sus ojos y volvió a sonreírme.
—Es importante que sepas bien de dónde vienes, es probable que lo necesites en un futuro.
—¿Por qué?
—Porque… quizás algún día quieras volver a tu casa.
—Pero mi casa es contigo… y con mami Coka y mami Alexa.
—Y nuestro sitio es contigo. Pero aun así es importante Kokoro, eres una Quileute. Nunca lo olvides.
Sonreí mostrando con inocencia los huequitos entre mis dientes. No entendía el significado de eso de ser Quileute, yo solo quería estar cerca de mis mamitas de ojos dorados.
—Vamos mamita Carla, cuéntame de nuevo la historia de que los Kiluuittes son descendientes de los lobos. Esa es mi favorita.
Vi a mi mamita tensar su perfecto rostro marfileño y hasta juro que la vi respirar más por necesidad, que por costumbre de fingir hacerlo, pero solo fueron segundos antes de que recuperara la serenidad en sus facciones y volviera a sonreírme.
—Sí, mi Kokorito, te contare la historia de los hombres que descendieron de los lobos, hombres que estaban tan en contacto con su madre tierra y con la naturaleza, hombres que…
Sacudí mi cabeza y limpié la lágrima que amenazaba con brotar de mis parpados. Volví a ver por debajo de las escaleras. Coka peleaba con Alexa por el mando a distancia del televisor y mi Carla sonreía por la escena delante del tablero de Monopoly.
¿Cuando había cambiado la relación con mis madres?
Ah… si.
El día que descubrí su naturaleza… vampiresas.
Me abracé a mí misma y me estremecí.
Las amo… juro que las amo. Pero me costó un increíble trabajo aceptar su condición.
Tenía trece años y corría por el bosque jugando a las escondidas con Carla. Alexa y Coka nos observaban sonrientes mientras brillaban bajo la luz del sol. Cada vez que estábamos al aire libre, las contemplaba anonadada.
—Uno…
¿Por qué mi piel no resplandecía como las de ellas?
—Dos…
Siempre que preguntaba, me daban largas y se iban por la tangente. La única respuesta que yo llegué a formular fue que… algo en mi estaba mal. El patito feo. Como fuera… ese momento era de felicidad y no quería echármelo a perder pensando en cosas que no comprendía.
—Cuatro…
Corrí con todas mis fuerzas esforzándome por encontrar un buen escondite. ¡Siempre me encontraban! Así que me estaba esforzando al doble por sorprenderlas esta vez.
—Seis…
Brinqué un pequeño bache y divisé una pequeña cueva a unos cuantos metros. Vi el triunfo en ese perfecto escondite y corrí ansiosa. Estaba oscuro y algo tétrico, pero yo era valiente, a fin de cuentas… yo era descendiente de los lobos. Me adentré gateando y me escondí detrás de una piedra.
A los lejos escuché el diez de Carla y traté de controlar las risas que amenazaban con delatarme. Pero en vez de escuchar el silencio que esperaba, escuché un graznido y un feroz gruñido a mis espaldas. Volteé asustada y entre la oscuridad de la gruta y las luces que se colaban como caleidoscopios entre hoyuelos sobre el techo, distinguí a un gato de las montañas.
Palidecí y sentí mis piernas flaquear. No, yo era valiente, necesitaba salir de allí. Luché contra mi propio miedo y corrí gritando. El animal aventó un zarpazo y me hirió en el brazo provocando que cayera rondando a las afueras de la cueva.
Me dolía… me dolía mucho.
Lloré desesperada y con miedo. Quería ver a mis madres. Quería ver a mi mamita Carla.
Vi al animal dispuesto a convertirme en su cena cuando tres rugidos fuertes, poderosos y femeninos, hicieron que mi piel se erizara. Mis madres estaban paradas a mis espaldas. Mi Carla, volvió a rugir –mostrando sus perfecta dentadura- y en un segundo estaba tomando al gato del pescuezo y torciéndoselo. No pasaron ni cinco segundos cuando el animal yacía muerto enfrente de mis expresivos ojos marrones.
Eso… definitivamente no era normal.
—Kokoro. Maldita sea ¿estás bien?—preguntó Coka con su rostro descompuesto.
—Carla. Esta sangrando—confirmó Alexa examinándome el brazo.
—Mi niña…—musitó mi Carla acercándose a mí, pero yo estaba aterrada. Sólo logré responder empujándolas en un intento de alejarme y llorando.
Entre mis lágrimas divisé a una dolida Carla viéndome con un rostro indescriptible. Coka aventaba una que otra blasfemia tapándose la nariz y Alexa trataba de acercarse a paso sigiloso.
—Kokoro, somos nosotras, siempre hemos sido nosotras—dijo Alexa dando tres pasos más.
Asentí con la cabeza tratando de tranquilizarme. Alexa se acercó a examinarme la herida. Pero solo fueron segundos antes de que se retirara.
—No puedo. La sangre…
—Hazte a un lado—ordenó Carla empujándola y abrazándome en un gesto protector. —Yo me haré cargo. Váyanse de caza, les hará falta.
— ¿Y qué dices de ti?—preguntó Coka con el claro tono del sarcasmo.
—Yo estoy bien. Yo siempre estaré bien para mi hija.
—Por favor Carla. Somos vampiresas, nosotras…
—Vampiresas… —interrumpí en voz baja. Carla taladró a Coka con la vista y nadie dijo nada más.
Mi Carla se limitó a cargarme y llevarme a casa. Curó de mis heridas en silencio. Yo tampoco me había atrevido a mencionar nada.
Que iba a decir, si todo estaba claro. Bueno… eso no era cierto, había tantas cosas que quería saber.
Esa noche exigí respuestas y me las dieron. Me contaron sus historias, el detalle de su “dieta vegetariana” y su naturaleza. Me atiborré de información, así que aturdida y adolorida me fui a dormir…
Desde esa noche… se habían acabado los cuentos.
Dejaron de tratarme como su niña y empezaron a tratarme más como su hermana… -una muy débil por cierto- que como a su hija, y yo empecé a llamarlas por su nombre omitiendo el: mami, mamita o mamá.
Las lágrimas que estaban bañando mi rostro me regresaron a la realidad. Estaba furiosa conmigo misma. Nunca supe cómo manejar la situación. Mi Carla decía que yo aprendería a sobre llevarlo ya que era una hermosa chica con un corazón tierno y amoroso.
¿Dónde estaban todas esas características que supuestamente formaban parte de mí ser?
¿Cómo podía ser hermosa aun lado de un grupo de bellas vampiresas?
¿Amorosa y tierna? ¿Con quién? ¿Acaso con las ratas?
Alexa me decía que mi “mala actitud” era porque había entrado a la adolescencia. Pero con un demonio… juro que todo me irritaba y me ponía de mal humor.
A fin de cuentas, ¿Qué motivos tenía para estar de buen humor? No sabía nada de mi pasado, lo único que siempre había recordado era a esas tres vampiresas cuidándome. No tenía un apellido, no tenia recuerdos, la poca gente que conocía de mi edad siempre se quedaba atrás al cambiarnos de ciudad. No tenía ni un solo amigo.
No sabía nada de la vida. Siempre protegida. Siempre encerrada. Siempre…vacía…
¿Así… o más patética?
Toqué mi frente, estaba ardiendo… de nuevo. Era la tercera vez en la semana que me pasaba. Mi mal humor empeoraba así como la temperatura de mi cuerpo ascendía. Me regresé por las escaleras enfadada con el mundo y con la vida. Solo quería golpear algo y dejar que la frustración saliera de mi pecho…
Estampé la puerta de mi cuarto. Sabía perfectamente que mi familia lo habría escuchado y lo más probable es que en cuestión de minutos mi Carla tocara mi puerta.
Toc, Toc
Bingo.
—Koko… mi niña ¿Estás bien? Te estamos esperando. — musitó mi Carla desde el otro lado de la puerta.
— ¡Estoy bien! ¡Pero no tengo ánimos de jugar Monopoly el día de hoy!
— ¡Pero te encanta el Monopoly!
— ¡Creo que no más!— Ni el monopoly, ni el uno, ni el scrabble, ni ningún otro estúpido juego de mesa.
El silencio reinó en instantes. Conociendo a mi Carla, estaría preocupada pero me dejaría sola. Y si, a los segundos escuché como bajaba por las escaleras. Gracias a Dios se había resignado.
Me senté en el piso y podría jurar que escuchaba el latido precipitado de mi corazón. No sabía ni porque, pero estaba agitado… adolorido, como si estuviera expectante a algún nuevo acontecimiento. No entendía nada de lo que me pasaba. Quizás era mi coraje por habernos cambiado recientemente de domicilio. Apenas había hecho nuevos amigos en la escuela anterior cuando ya nos habíamos tenido que volver a mudar.
¡Muchas gracias Coka!
Coka, era la locochona y revoltona del grupo. En su última locura, se había acostado con mi maestro… fue obvio que él se dio cuenta de que algo no estaba bien con ella. Así que después de la regañiza de Alexa, decidieron que irnos sería lo mejor.
Resoplé molesta y volví a tocar mi frente. Seguía ardiendo. No quería decir nada. No quería preocuparlas. Ser la única de la familia que se enfermaba a veces podía ser vergonzoso y fastidioso. Aunque nada más vergonzoso que el primer día que tuve mi periodo…
Me tapé la cara, que conociéndome, estaría tapizada del más fuerte color carmesí que pudiese existir. Mi familia podía ser muy sabia en unas cosas, pero para otras… -¡Como que te expliquen qué rayos es la menstruación!-podían ser lo bastante torpes. Esa vez yo estaba en pánico, miré la sangre escurrirse por mis piernas cuando me desnudaba para una ducha. Había gritado tan fuerte que mi Carla había corrido a mi encuentro y prácticamente derribado la puerta. Yo estaba muy asustada: Sangre y vampiros… no era como que la mejor combinación.
Mi Carla había quedado en shock y la vi tartamudear. Hasta ese momento se les ocurrió comunicarme que había cierta etapa en la mujer en donde ovulaba y bla, bla, bla.
¡Valientes maestras!
Se habían justificado diciendo que ya no se acordaban de ese detalle. No pude culparlas, ellas tenían siglos sin tener que sufrir por cólicos o por tener que ir a comprar toallas sanitarias. Volví a resoplar.
Yo sabía que era la normal de la familia, pero me sentía como el bicho raro.
El coraje volvió a bullir en mi sangre. Aventé un puñetazo al piso y escuché un: ¡Crack!
¡Oops!
Me fijé en el suelo y vi una pequeña hendidura. Me sorprendí, y bastante. Por lo regular era una debilucha. Definitivamente estaba muy molesta como para agrietar el piso así de un golpe. Y aparte de todo me sentía mal… realmente muy mal. Sentía que el centro de mi pecho explotaría por combustión espontánea.
Me puse de pie y me aventé a la cama. Mis dientes comenzaron a castañear. ¿Tenia frío o calor? Volví a tocarme… estaba más que ardiendo, probablemente unos treinta y ocho o cuarenta grados. Si no bajaba la temperatura iba a convulsionarme. Me levanté ya asustada y corrí al baño de mi habitación. Me desvestí lo más rápido que pude y me metí a la regadera. Abrí el agua fría a todo lo que daba y dejé que el líquido invadiera mi cuerpo.
Nada.
La temperatura seguía ahí. Me asusté muchísimo. Creí que lo más conveniente era tragarme mi orgullo y correr con mi familia. Pero el solo considerar esa idea me enfureció a sobremanera. Cerré el grifo y alcancé una toalla. Me la enredé en el cuerpo y corrí hasta la ventana para abrirla. Necesitaba el aire fresco de Utah al anochecer.
Cuando la abrí, el dolor en mi pecho se acrecentó lacerantemente. La temperatura caló en mi cerebro y por un momento dejé de pensar. Solo quería liberarme… dejarlo ir.
Sin pensar coherentemente cerré los ojos y salté de la ventana. De repente…
Fui libre.
No había más dolor. No existía más amargura envenenándome las ideas. Dejé que mis sentidos disfrutaran de todo. Podía oler la tierra mojada. Escuchaba el canto de las aves y hasta el marchar de las hormigas. Mis pies corrían como jamás lo había sentido. Me obligué a abrir los ojos y lo que vi me asustó.
No era yo. Era un animal…
Miré mis patas y analicé mi pelaje castaño… como mi cabello. Esta era yo.
El sol ya se había ocultado por completó y una hermosa luna empezaba a adornar el cielo. Instintivamente aullé. Fue como algo natural, instintivo. Volví a aullar…
Era una loba, esa era yo… y la comprensión de eso me dejo abrumada.
Totalmente abrumada.
Alexa, Coka y mi Carla.
A veces no entendía como una simple mortal como yo podía vivir con tres vampiresas tan hermosas como ellas, pero así había sido mi suerte.
Me había cuestionado un millón de veces, si debían morderme y por fin ser como ellas. Pero las opiniones respecto a mi conversión diferían. Carla se había rehusado a que llevara una existencia como vampiresa. Mientras que por otro lado Coka, era más de la idea de convertirme. Alexa era neutral en ese tema, decía que cuando tuviera la madurez para entenderlo... yo tomaría la decisión.
Pero juro que a veces sentía que no había nada que pensar. El sólo recordar mi patética vida, me daba las pautas para ir y rogarles por una nueva existencia.
No se quienes son mis padres. Los muy infelices me habían abandonado a mi suerte por ahí, en algún rincón de la península de Olympic, en el oeste del estado de Washington. Realmente no estaba segura de eso, pero no podía impórtame menos.
Nada en mi era como debía de ser. Mi cumpleaños lo celebrábamos cada 29 de octubre, que fue el día en que mi Carla me había encontrado.
Ella me contó que cuando me vio, un instinto maternal despertó en ella. Y al ver que estaba sola y abandonada como un perro, decidió hacerme parte de su vida. Mi nombre: Kokoro, se lo debo a ella.
¿Qué clase de nombre es Kokoro? Muchas veces me había reído de mi propio nombre, pero mi Carla, siempre decía que era el nombre perfecto para mí. Kokoro significa corazón en japonés. Y yo en secreto lo amaba.
“Mi familia” era lo único realmente valioso para mí. Mi Carla, era lo más cercano a una mamá, de hecho yo así la consideraba. Y más la amaba cuando recordaba cómo me cantaba canciones y me contaba leyendas de la tribu nativo americana de la que se supone que yo provengo.
—Mamita Carla.
—Dime, mi Kokoro.
— ¿No me vas a contar otra historia Kiluite?
Carla sonrió tiernamente y se sentó en mi cama. A mis 8 años tenía muchas ansias del mundo y muchas más ansias por mis historias para dormir.
—Es: Qui-leu-te.
—Por eso Ki-lui-tte.—remarqué bien segura de mí misma.
Carla rodó sus ojos y volvió a sonreírme.
—Es importante que sepas bien de dónde vienes, es probable que lo necesites en un futuro.
—¿Por qué?
—Porque… quizás algún día quieras volver a tu casa.
—Pero mi casa es contigo… y con mami Coka y mami Alexa.
—Y nuestro sitio es contigo. Pero aun así es importante Kokoro, eres una Quileute. Nunca lo olvides.
Sonreí mostrando con inocencia los huequitos entre mis dientes. No entendía el significado de eso de ser Quileute, yo solo quería estar cerca de mis mamitas de ojos dorados.
—Vamos mamita Carla, cuéntame de nuevo la historia de que los Kiluuittes son descendientes de los lobos. Esa es mi favorita.
Vi a mi mamita tensar su perfecto rostro marfileño y hasta juro que la vi respirar más por necesidad, que por costumbre de fingir hacerlo, pero solo fueron segundos antes de que recuperara la serenidad en sus facciones y volviera a sonreírme.
—Sí, mi Kokorito, te contare la historia de los hombres que descendieron de los lobos, hombres que estaban tan en contacto con su madre tierra y con la naturaleza, hombres que…
Sacudí mi cabeza y limpié la lágrima que amenazaba con brotar de mis parpados. Volví a ver por debajo de las escaleras. Coka peleaba con Alexa por el mando a distancia del televisor y mi Carla sonreía por la escena delante del tablero de Monopoly.
¿Cuando había cambiado la relación con mis madres?
Ah… si.
El día que descubrí su naturaleza… vampiresas.
Me abracé a mí misma y me estremecí.
Las amo… juro que las amo. Pero me costó un increíble trabajo aceptar su condición.
Tenía trece años y corría por el bosque jugando a las escondidas con Carla. Alexa y Coka nos observaban sonrientes mientras brillaban bajo la luz del sol. Cada vez que estábamos al aire libre, las contemplaba anonadada.
—Uno…
¿Por qué mi piel no resplandecía como las de ellas?
—Dos…
Siempre que preguntaba, me daban largas y se iban por la tangente. La única respuesta que yo llegué a formular fue que… algo en mi estaba mal. El patito feo. Como fuera… ese momento era de felicidad y no quería echármelo a perder pensando en cosas que no comprendía.
—Cuatro…
Corrí con todas mis fuerzas esforzándome por encontrar un buen escondite. ¡Siempre me encontraban! Así que me estaba esforzando al doble por sorprenderlas esta vez.
—Seis…
Brinqué un pequeño bache y divisé una pequeña cueva a unos cuantos metros. Vi el triunfo en ese perfecto escondite y corrí ansiosa. Estaba oscuro y algo tétrico, pero yo era valiente, a fin de cuentas… yo era descendiente de los lobos. Me adentré gateando y me escondí detrás de una piedra.
A los lejos escuché el diez de Carla y traté de controlar las risas que amenazaban con delatarme. Pero en vez de escuchar el silencio que esperaba, escuché un graznido y un feroz gruñido a mis espaldas. Volteé asustada y entre la oscuridad de la gruta y las luces que se colaban como caleidoscopios entre hoyuelos sobre el techo, distinguí a un gato de las montañas.
Palidecí y sentí mis piernas flaquear. No, yo era valiente, necesitaba salir de allí. Luché contra mi propio miedo y corrí gritando. El animal aventó un zarpazo y me hirió en el brazo provocando que cayera rondando a las afueras de la cueva.
Me dolía… me dolía mucho.
Lloré desesperada y con miedo. Quería ver a mis madres. Quería ver a mi mamita Carla.
Vi al animal dispuesto a convertirme en su cena cuando tres rugidos fuertes, poderosos y femeninos, hicieron que mi piel se erizara. Mis madres estaban paradas a mis espaldas. Mi Carla, volvió a rugir –mostrando sus perfecta dentadura- y en un segundo estaba tomando al gato del pescuezo y torciéndoselo. No pasaron ni cinco segundos cuando el animal yacía muerto enfrente de mis expresivos ojos marrones.
Eso… definitivamente no era normal.
—Kokoro. Maldita sea ¿estás bien?—preguntó Coka con su rostro descompuesto.
—Carla. Esta sangrando—confirmó Alexa examinándome el brazo.
—Mi niña…—musitó mi Carla acercándose a mí, pero yo estaba aterrada. Sólo logré responder empujándolas en un intento de alejarme y llorando.
Entre mis lágrimas divisé a una dolida Carla viéndome con un rostro indescriptible. Coka aventaba una que otra blasfemia tapándose la nariz y Alexa trataba de acercarse a paso sigiloso.
—Kokoro, somos nosotras, siempre hemos sido nosotras—dijo Alexa dando tres pasos más.
Asentí con la cabeza tratando de tranquilizarme. Alexa se acercó a examinarme la herida. Pero solo fueron segundos antes de que se retirara.
—No puedo. La sangre…
—Hazte a un lado—ordenó Carla empujándola y abrazándome en un gesto protector. —Yo me haré cargo. Váyanse de caza, les hará falta.
— ¿Y qué dices de ti?—preguntó Coka con el claro tono del sarcasmo.
—Yo estoy bien. Yo siempre estaré bien para mi hija.
—Por favor Carla. Somos vampiresas, nosotras…
—Vampiresas… —interrumpí en voz baja. Carla taladró a Coka con la vista y nadie dijo nada más.
Mi Carla se limitó a cargarme y llevarme a casa. Curó de mis heridas en silencio. Yo tampoco me había atrevido a mencionar nada.
Que iba a decir, si todo estaba claro. Bueno… eso no era cierto, había tantas cosas que quería saber.
Esa noche exigí respuestas y me las dieron. Me contaron sus historias, el detalle de su “dieta vegetariana” y su naturaleza. Me atiborré de información, así que aturdida y adolorida me fui a dormir…
Desde esa noche… se habían acabado los cuentos.
Dejaron de tratarme como su niña y empezaron a tratarme más como su hermana… -una muy débil por cierto- que como a su hija, y yo empecé a llamarlas por su nombre omitiendo el: mami, mamita o mamá.
Las lágrimas que estaban bañando mi rostro me regresaron a la realidad. Estaba furiosa conmigo misma. Nunca supe cómo manejar la situación. Mi Carla decía que yo aprendería a sobre llevarlo ya que era una hermosa chica con un corazón tierno y amoroso.
¿Dónde estaban todas esas características que supuestamente formaban parte de mí ser?
¿Cómo podía ser hermosa aun lado de un grupo de bellas vampiresas?
¿Amorosa y tierna? ¿Con quién? ¿Acaso con las ratas?
Alexa me decía que mi “mala actitud” era porque había entrado a la adolescencia. Pero con un demonio… juro que todo me irritaba y me ponía de mal humor.
A fin de cuentas, ¿Qué motivos tenía para estar de buen humor? No sabía nada de mi pasado, lo único que siempre había recordado era a esas tres vampiresas cuidándome. No tenía un apellido, no tenia recuerdos, la poca gente que conocía de mi edad siempre se quedaba atrás al cambiarnos de ciudad. No tenía ni un solo amigo.
No sabía nada de la vida. Siempre protegida. Siempre encerrada. Siempre…vacía…
¿Así… o más patética?
Toqué mi frente, estaba ardiendo… de nuevo. Era la tercera vez en la semana que me pasaba. Mi mal humor empeoraba así como la temperatura de mi cuerpo ascendía. Me regresé por las escaleras enfadada con el mundo y con la vida. Solo quería golpear algo y dejar que la frustración saliera de mi pecho…
Estampé la puerta de mi cuarto. Sabía perfectamente que mi familia lo habría escuchado y lo más probable es que en cuestión de minutos mi Carla tocara mi puerta.
Toc, Toc
Bingo.
—Koko… mi niña ¿Estás bien? Te estamos esperando. — musitó mi Carla desde el otro lado de la puerta.
— ¡Estoy bien! ¡Pero no tengo ánimos de jugar Monopoly el día de hoy!
— ¡Pero te encanta el Monopoly!
— ¡Creo que no más!— Ni el monopoly, ni el uno, ni el scrabble, ni ningún otro estúpido juego de mesa.
El silencio reinó en instantes. Conociendo a mi Carla, estaría preocupada pero me dejaría sola. Y si, a los segundos escuché como bajaba por las escaleras. Gracias a Dios se había resignado.
Me senté en el piso y podría jurar que escuchaba el latido precipitado de mi corazón. No sabía ni porque, pero estaba agitado… adolorido, como si estuviera expectante a algún nuevo acontecimiento. No entendía nada de lo que me pasaba. Quizás era mi coraje por habernos cambiado recientemente de domicilio. Apenas había hecho nuevos amigos en la escuela anterior cuando ya nos habíamos tenido que volver a mudar.
¡Muchas gracias Coka!
Coka, era la locochona y revoltona del grupo. En su última locura, se había acostado con mi maestro… fue obvio que él se dio cuenta de que algo no estaba bien con ella. Así que después de la regañiza de Alexa, decidieron que irnos sería lo mejor.
Resoplé molesta y volví a tocar mi frente. Seguía ardiendo. No quería decir nada. No quería preocuparlas. Ser la única de la familia que se enfermaba a veces podía ser vergonzoso y fastidioso. Aunque nada más vergonzoso que el primer día que tuve mi periodo…
Me tapé la cara, que conociéndome, estaría tapizada del más fuerte color carmesí que pudiese existir. Mi familia podía ser muy sabia en unas cosas, pero para otras… -¡Como que te expliquen qué rayos es la menstruación!-podían ser lo bastante torpes. Esa vez yo estaba en pánico, miré la sangre escurrirse por mis piernas cuando me desnudaba para una ducha. Había gritado tan fuerte que mi Carla había corrido a mi encuentro y prácticamente derribado la puerta. Yo estaba muy asustada: Sangre y vampiros… no era como que la mejor combinación.
Mi Carla había quedado en shock y la vi tartamudear. Hasta ese momento se les ocurrió comunicarme que había cierta etapa en la mujer en donde ovulaba y bla, bla, bla.
¡Valientes maestras!
Se habían justificado diciendo que ya no se acordaban de ese detalle. No pude culparlas, ellas tenían siglos sin tener que sufrir por cólicos o por tener que ir a comprar toallas sanitarias. Volví a resoplar.
Yo sabía que era la normal de la familia, pero me sentía como el bicho raro.
El coraje volvió a bullir en mi sangre. Aventé un puñetazo al piso y escuché un: ¡Crack!
¡Oops!
Me fijé en el suelo y vi una pequeña hendidura. Me sorprendí, y bastante. Por lo regular era una debilucha. Definitivamente estaba muy molesta como para agrietar el piso así de un golpe. Y aparte de todo me sentía mal… realmente muy mal. Sentía que el centro de mi pecho explotaría por combustión espontánea.
Me puse de pie y me aventé a la cama. Mis dientes comenzaron a castañear. ¿Tenia frío o calor? Volví a tocarme… estaba más que ardiendo, probablemente unos treinta y ocho o cuarenta grados. Si no bajaba la temperatura iba a convulsionarme. Me levanté ya asustada y corrí al baño de mi habitación. Me desvestí lo más rápido que pude y me metí a la regadera. Abrí el agua fría a todo lo que daba y dejé que el líquido invadiera mi cuerpo.
Nada.
La temperatura seguía ahí. Me asusté muchísimo. Creí que lo más conveniente era tragarme mi orgullo y correr con mi familia. Pero el solo considerar esa idea me enfureció a sobremanera. Cerré el grifo y alcancé una toalla. Me la enredé en el cuerpo y corrí hasta la ventana para abrirla. Necesitaba el aire fresco de Utah al anochecer.
Cuando la abrí, el dolor en mi pecho se acrecentó lacerantemente. La temperatura caló en mi cerebro y por un momento dejé de pensar. Solo quería liberarme… dejarlo ir.
Sin pensar coherentemente cerré los ojos y salté de la ventana. De repente…
Fui libre.
No había más dolor. No existía más amargura envenenándome las ideas. Dejé que mis sentidos disfrutaran de todo. Podía oler la tierra mojada. Escuchaba el canto de las aves y hasta el marchar de las hormigas. Mis pies corrían como jamás lo había sentido. Me obligué a abrir los ojos y lo que vi me asustó.
No era yo. Era un animal…
Miré mis patas y analicé mi pelaje castaño… como mi cabello. Esta era yo.
El sol ya se había ocultado por completó y una hermosa luna empezaba a adornar el cielo. Instintivamente aullé. Fue como algo natural, instintivo. Volví a aullar…
Era una loba, esa era yo… y la comprensión de eso me dejo abrumada.
Totalmente abrumada.
Triangulo Inmortal
Por
Coka
Capítulo 1
Tiempo Revueltos
Les contare como fue que volví a nacer, porque la verdad es que nacer humana y terminar como vampira no era lo que yo soñaba cuando era pequeña y deambulaba por los corredores de la casa donde vivía.
Mi padre en Nueva Orleans era el dueño de miles y miles de hectáreas de tierras que producían algodón, heredadas de sus antepasados. En esos tiempos el contacto entre nosotros y el resto de nuestro ecosistema era limitado, solo nos estaba permitido relacionarnos con nuestra familia y el personal de la casa, no podíamos tener contacto alguno con el personal de la finca, que salvo un puñado de blancos el resto eran todos negros esclavos.
Tenía yo para mi cuidado una mama-negra que había sido quien me había amamantado y criado desde que use mis primeros pañales, ella por su parte tenía un hijo “mestizo”, que era hijo de un blanco, hijo del capataz y que había sido rápidamente enviado muy lejos de la finca en cuanto se supo la noticia. Julia había sido una negra muy hermosa, mestiza también había dado a luz a un hermoso mulato de ojos celestes que fue bello desde que nació y solo por eso se le permitió quedarse en casa. Los años pasaron y crecimos los dos transformándonos en inseparables, yo me transforme en una joven menudita, poco llamativa y el adquirió el porte de sus antepasados negros y fuertes pero la belleza extraordinaria de sus ancestros paternos anglosajones. Bosco, como se llamaba él, fue destinado al servicio de la casa por lo que pasábamos el 100% del tiempo juntos, yo estaba perdidamente enamorada de él y estaba segura que él también de mí.
Como mi padre no es tonto decidió poner fin a la situación en cuanto se percato de lo que sucedía y lo vendió a otra plantación asegurándose que fuera lo más lejos posible, esa noche llore todo lo que nunca mas volví a llorar, porque vacié mi alma y decidí entregarme a él, necesitaba que él supiera que le pertenecía en cuerpo y alma. Me escurrí durante la noche hasta su pieza lo más tarde que pude, entre en cuclillas a su habitación y me metí en su cama. Yo tenía apenas 15 años y sin saber de la vida nada, solo me saque el camisón y todo lo que llevaba y desnuda me acosté abrazándolo.
Cuando se percato que era yo, sin decir una palabra me beso apasionadamente y me amo lentamente, el tenia apenas 16 y nada sabía de las artes amatorias pero fue tierno y suave y me dio la noche más ardiente que nunca mas volví a tener. Cuando amanecía me beso apasionadamente, me vistió y me acompaño a pieza sin ningún temor, me prometió: “Amor volveré por ti, espérame, veré la manera de que nunca más nos separen”, me beso y se marcho. Cuando desperté ya se lo habían llevado a la estación.
Pasaron días, meses y quizá un año y mi padre decidió que para poner fin a mi decisión de ir muriendo a pausas me enviaría a un viaje a Europa con mi madre y mis hermanas por un periodo largo de tal manera que cuando volviera con los ojos llenos de mundo estuviera lista para casarme y olvidar esta tonta pataleta. Me importo poco lo que hacían con mi vida, la verdad ya nada importaba mucho yo estaba más fuera de este mundo que dentro.
En 1 semana estuvimos de maletas y listas para partir, el viaje fue eterno, al parecer mi madre había conocido todos los solteros europeos que existían porque insistía en presentarme a cada hombre que conocía joven o viejo daba lo mismo con la idea que yo olvidaría a mi amor y me entregaría al “amor conveniente”. Claramente eso nunca paso y yo lo único que hacía era actuar día a día e intentar dormir algo por las noches pues cada vez que cerraba los ojos Bosco estaba allí sonriéndome.
Cuando volvimos 2 años después, me baje del carruaje en movimiento y entre corriendo a la cocina buscando desesperadamente a Julia, quería preguntarle si sabía algo de Bosco si había escrito algo, si había preguntado por mí.
- Julia ya no vive aquí hija mía- Me dijo mi padre desde el umbral de la cocina.
- Queeeeeeeeeeee!!!-le grite yo.
- Ella extrañaba mucho a su hijo y me pidió que negociara su venta a la finca donde estaba el estaba.
- Mentira, mentiroso!!!, ella jamás se iría dejándome, yo soy como su hija y ella es mi madre técnicamente y espiritualmente también- Le grite faltándole el respeto por primera vez, había despertado del letargo en el que me sume el día que vendieron a Bosco.
- No te permito que me hables así chiquilla malcriada, debí haberte casado al día siguiente que se fue ese mugriento negro de esta casa-me grito furioso.
- Debiste haberme matado, hubiese sido más generoso de tu parte, porque ahora estoy muerta en vida y debo seguir mirándote la cara- le grite con el llanto en la garganta.
- Que dices?, yo no la traslade, su hijo había sido padre y ella quería cuidar a su nieto, eso querías saber?, ya te lo dije, que conste que me obligaste!- me dijo cerrando de un portazo la puerta a sus espaldas.
Me derrumbe, caí al suelo inconsciente, cuando desperté estaba en una cama donde según lo que me contaron mis hermanas había pasado los últimos 5 días. Había venido el médico y me había desahuciado prácticamente, pidiéndole a mi familia que esperara lo peor.
- Esta chica se muere de pena- Dijo parcamente luego de revisarme acuciosamente
- Y se muere porque así lo ha decidido- Concluyo.
Mi madre lloraba día y noche suplicando a mi padre que fuera por Bosco porque su niña se moría, y él sin ceder así me costara la vida.
Pasaron meses cuando una noche en la ventana de mi cuarto alguien golpeo suavemente de forma ininterrumpida hasta que me desperté, y cuando corrí la cortina lo vi, era él, mi Bosco quien me miraba detrás del cristal solo que se veía extraordinariamente hermoso, me frote los ojos y sonreí porque lo entendí, estaba soñando y lo había llamado inconscientemente ya desesperada. Lo único extraño es que en vez de sus hermosos ojos Calipso ahora eran rojos como el carmín.
- Amor, ábreme la ventana vine por ti como lo prometí- me dijo tiernamente
- Eres tú?, te ves extraño?- le dije girando rápidamente el picaporte.
El entro y me beso, estaba muy frío y yo estaba segura que era un sueño, sus besos de antes quemaban mi boca, no podía ser real.
- Mi amor, no sabes cuánto he esperado este momento- Me dijo mientras me abrazaba, demasiado fuerte para mis ahora débiles huesos.
- Bosco, estoy soñando?- le dije aun incrédula
- Nooo, soy yo amor, soy tu Bosco, tu hombre y tu eres mi mujer y ahora lo serás para siempre- me decía apretándome contra él una vez más, su cuerpo además de frio estaba duro como una piedra.
Me contó que la misma noche que había llegado a la hacienda había intentado escapar y que lo habían descubierto unos extraños en el camino que habían sido muy amables con él al principio pero finalmente le atacaron dejándole medio muerto en el bosque, estos hombres antes del ataque habían escuchado atentamente su historia y según parecía se compadecían de él pero finalmente igual habían actuado de manera sanguinaria. Lo único que recordaría es que antes de marcharse uno de ellos se acerco a su oído y le dijo: “Ve a buscar lo que te pertenece”, lo siguiente que recuerda es estar retorciéndose en espasmos de dolor por el infierno en que estaba envuelto todo su cuerpo, cuando despertó sus ojos ya miraban todo mas allá, el aire, los ruidos, los colores, todo era distinto…y la sed era desesperante, ataco algunos conejos, y aves y logro calmar su sed momentáneamente, hasta que descubrió que la sed solo la calmaban los humanos.
Ahora estaba junto a él y pretendía llevársela lejos, ella no sentía miedo, solo una cosa era importante, “volver a estar juntos”.
- Bosco debo despedirme de mi madre por lo menos- le dije casi sollozando
- No hay tiempo, debemos irnos- le dijo tomándola por la cintura como una pluma.
No sabe como en 10 segundos ya estaban fuera de la plantación y seguían avanzando cada vez más rápido... el no tenia sueño, solo avanzaba y avanzaba como si algo lo persiguiese. Cuando estuvimos lo suficiente lejos Bosco me dejo suavemente en el suelo y se sentó junto a mí, comenzó a besarme lentamente, cada vez más apasionado.
- No tengas miedo, voy a amarte lentamente, déjate llevar- me dijo al oído, yo no tenía miedo el comenzó a sacarme la ropa pero la rompió toda, ya que nada más tocarla en sus manos se rajaba como papel, yo estaba concentrada en esto cuando sentí en el cuello un ardor como de fierro al rojo vivo y luego todo se volvió una pesadilla que no terminaba, era una total locura, yo le gritaba que me matara por Dios!, pero el tomaba mi mano y me decía :- Fuerza Amor, todo pasara, se que podrás soportarlo, estaré aquí a tu lado hasta que acabe, te amo.
No sé en qué momento la locura termino y yo desperté…
De eso hacen tantos años cientos…anduvimos juntos a través del tiempo muchos siglos, nunca volví a ver a mi familia no quise, de que servia?, para ellos yo había escapado y seguramente en el bosque algo me había atacado y devorado completamente, porque solo habían encontrado mi ropa destrozada muy lejos de la hacienda.
Lo que sucedió después es muy triste de narrar porque Bosco hoy no esta en mi vida, fuimos atacados por una horda de “caza-vampiros” que florecieron con la llegada del fanatismo religioso. Estábamos cerca de la ciudad, pues nos habíamos hechos asiduos a la nueva maravilla que era el gramófono y a los salones de te donde se exponía este nuevo invento, cuando una horda de estos fanáticos nos ataco violentamente con antorchas, gritándonos toda clase de blasfemias:
Demonios!, Mounstros, criaturas de la oscuridad!!- decían mientras mas se nos acercaban, no estábamos acostumbrados a atacar a nadie, hace siglos solo bebíamos criaturas del bosque.
Huye!!!- me grito Bosco cuando mas de 100 personas se le fueron encima, yo me quede parada allí, pasmada, aterrada.
Huye!!!- me gritaba él.
Huye ahora, después será muy tarde, te lo suplico!- dijo antes que le perdiera de vista por completo.
Comence a correr sin parar, sin rumbo, con el dolor en el pecho sin poder parar corri durante días… desde ese dia que no lo veo.
Ahora solo existe en mi recuerdo, y nose porque siempre que me siento sola su recuerdo acude a mi y me sonríe, alegrándome cualquier situación, el fue desde que yo tengo memoria el salvador de mi alma y mi único amor. Boscoooooooooo
Donde estas amor?- digo susurrando bajito bajito.
Hola muy buenos y frìos dìas!!
ResponderEliminarComo ya han visto, este es un nuevo reto que nos hemos puesto mis hermanitas del alma y yo para seguir escribiendo nuestros màs locos sueños...gracias chicas por dejarme ser parte!!
Espero les guste esta nueva aventura.
Todas les enviamos miles de besos y las màs sinceras gracias!!
los quiere hasta el infinito ..dos vueltas y de regreso, su loca amiga Carla!
besos vampiricos y nos leemos muy pronto!!
hola carla soy la primera ja,ja
ResponderEliminarme gusta muchisimo vuestra idea
y ojala que disfruten muchisimo escribiendola
yo disfruto mucho leyendo sus historias
miles de besos a las cuatro
Amiga, gracias por las ideas, por los consejos... por todo.
ResponderEliminarEres la luz de mis letras y tu historia me ha hecho emosionarme hasta la medula
Un beso y gracias otra vez
Hola
ResponderEliminarLa historia esta buenisima que alegre que se hayan juntado todas y escriban este fic juntas ya que todas son muy talentosas y lo demuestran en este primer capitulo que les quedo super. Cada una con su propia historia nos toco hasta el alma. esperaremos el proximo capitulo con ansias.
Besos Lady
chicas, como le dije a Kokoro
ResponderEliminarFELICIDADES!!!
Debo decirlo, son excelentes...conocer 4 historias diferentes, paralelas y juntas... me encanto... y estoy ansiosa por saber mas de ustedes...las vampiras y licantropa mas lindas y talentosas que hemos podido concer
Esperare ansiosa sus nuevos capis
Carla! buena idea de poner los cuatro juntos :D
Besos vampiricos y abrazos lobunos
Neny
Carla!!!! de verdad que me sorprendieron con esta nueva historia jajaj... esta increible y es genial porque son distintas historias, cada una con su particular forma de escribir y las cuatro con un talento inmenso, de verdad que ustedes nos inspiran jajaj... definitivamente será un exito bueno eso, ya espero ansiosa el 2 capitulo asique miles de besos vamíricos para ti =)
ResponderEliminarHola mi duende! Aquí estoy como siempre llegando a ti. Ajajá mis 4 magníficas!! Mis amores: sabía que algo grande se cernía, sabía que algo bueno venía pero ahora que llegué vi y leí sé que lo que pensé verdad hoy fue y que mis cuatro amores siguen, y ahora juntas más que nunca, rebosando nuestros corazones. Seguid ahí, siempre aquí. Besotes mis CAKC
ResponderEliminarFelicidades por tan magnifico capi Mi Carla!!!
ResponderEliminarTe adoro mucho y te kiero dar las gracias por siempre estar ahi!!!
Te apoyera en todo... te kiero!!!
Precioso y emocionante comienzo. Siento verdadera curiosidad por ver como continuan pero estoy seguro de que me encantará, como todo lo que tú escribes. Cuídate y sigue soñando. Sueña y haznos soñar.
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